¿Cómo equilibrar la vida cotidiana y estar en movimiento?
Todos sabemos lo importante que es ejercitarse y mantenerse activo, pero a veces ser consciente no es suficiente para llevarlo a cabo.

La vorágine del día a día y nuestra necesidad obsesiva por cumplir con nuestras obligaciones nos llevan a olvidar la importancia de hacer ejercicio. A medida que vamos creciendo, los deberes se van multiplicando y el tiempo libre va disminuyendo. Los estudios se intensifican, conocemos a alguien especial, las ansias por independizarse crecen, el desarrollo profesional comienza a ganar más territorio, y así sucesivamente. Un buen día tenemos familia, y toda nuestra atención, energía y amor se vuelcan en un nuevo ser. Nos olvidamos de nosotros. En la lista de acontecimientos importantes de la vida, ejercitarnos no entra en la ecuación. Cuidar de nuestro cuerpo pasa a un segundo plano debido a que lo vinculamos únicamente con una actividad que favorece nuestro aspecto físico. Y por lo general, no tenemos tanto tiempo para preocuparnos por eso.
No obstante, sus beneficios son mucho más vastos. La actividad física estimula numerosas sustancias químicas cerebrales que se traducen en una mejora de nuestra integridad, tanto a nivel físico como mental. La segregación de endorfinas repercute directamente en el estado de ánimo, al sentirnos más relajados y felices y reduciendo síntomas de depresión o ansiedad. Se recomienda el ejercicio como un regulador de emociones. Además, al suministrar oxígeno y nutrientes a nuestros tejidos, se produce una mejora en nuestra salud cardíaca y pulmonar, lo que hace que aumente nuestra energía vital, así como la calidad de nuestro sueño. Como si esto fuera poco, hacer ejercicio hace que nuestra sangre fluya eficientemente, lo que reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, entre otras.
La actividad física es muy importante para mí. Soy una persona muy activa que disfruta de estar constantemente en movimiento. Al comenzar el día escribo una lista de quehaceres para organizarme y siento mucha satisfacción al cumplir cada ítem. En muy pocas ocasiones logro completarla, pero recuerdo la importancia de celebrar los pequeños logros. Hacer ejercicio es una de las “tareas” que me propongo hacer cada día. Lo he incorporado en mi rutina de tal forma que es la primera actividad que hago en la mañana y hacerlo me proporciona un boost para comenzar el día con toda. Ejercitarme me hace bien, física y anímicamente, y por eso se ha vuelto una prioridad en mi vida. Incluso los días más atareados intento hacerme el tiempo para moverme, aunque sea un rato. Siempre un poco es mejor que nada.
Sin embargo, a veces no tenemos ni una hora libre en el día para regalarnos. Es ahí cuando podemos aprovechar las tareas domésticas o la movilidad para mantenernos activos. Viviendo en España entendí que trasladarme en patines, bicicleta o a pie, no sólo beneficia mi salud, sino que reduce mi huella en este planeta. El metro o el taxi lo reservo para distancias largas o momentos puntuales. ¡Se siente muy bien! También entendí que no debo ir al gimnasio si no tengo ánimos. Aprendí que en ocasiones pasadas en las que creía no tener ganas de ejercitarme, simplemente no tenía ganas de encerrarme, y esto no tiene por qué ser una limitante. Existen decenas de actividades y deportes que nos permiten disfrutar del aire libre. Además, podemos aprovechar la actividad física como una instancia de socialización. Un momento agradable para conectar con familia o amigos de una forma saludable y diferente.
La clave está en encontrar la actividad que más se adapte a nuestras necesidades y a nuestros tiempos. No se necesitan grandes máquinas ni largas rutinas, con nuestro cuerpo podemos hacer todo y más. La movilidad es vitalidad.
Ana Sofía Bustín.